jueves, 29 de agosto de 2013

Ellos saben





Me gustan las tristezas escondidas debajo de las sonrisas de la gente amable. Envidio a quien puede disfrazar su mala sangre con un buen gesto. A quien es capaz de no oler a quemado aún estando hasta el cuello de fuego hambriento. Son los más valientes. Los que no te cubren de malezas ni te hieren ni te pisan ni te infectan. Porque en sus desdichas no hay culpables, sino vida que embiste, -como a todos-. Ellos saben
Son personajes intactos de miseria, seres cristalinos, almas perfectas. Sus tristezas escondidas pero tangibles, aportan esa realidad posible y sanadora. Ellos equilibran este mundo colmado de negadores constantes, de llorones. 
            Ellos saben.
      También lloran, pero cuando toca, sin salpicar.
                                Ellos rescatan.


F.O.R.

Copiado y pegado de 1001.


viernes, 23 de agosto de 2013

Reloj de viento



Tú ya me arrinconaste en el armario de los restos
yo ya te guardé en el cajón de los objetos perdidos
y de nuestras memorias comenzamos a barrer
las pequeñas gotas de felicidad
que fuimos.

Pero en el tiempo subjetivo
tú eres aún mi reloj de viento
mi máquina aceleradora de sangre


¿y por cuanto tiempo aún
mis manos serán para ti
el paseo nocturno del gato en el tejado?




"Tú eres mi reloj de viento" .  Isabel Meyrelles




$10 Miracle. Ben and Jason

sábado, 17 de agosto de 2013

Sucios






No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
                             desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.






"Diario de un seductor" 1980. Leopoldo María Panero










miércoles, 7 de agosto de 2013

No sé, no sé...





"DIDÍ.- Si tuviéramos un espejo…
GOGO.- Bueno, a lo mejor es mejor así.
DIDÍ.- Tenemos que estar muy despeinados.
GOGO.- Mejor, sí, mejor, así verá el señor Godot que estamos muy necesitados.
DIDÍ.- Eso sí, muy necesitados.
GOGO.- Si estuviéramos bien peinados…
DIDÍ.- Pero estamos necesitados, eso es, necesitados, y entonces tenemos que pedir algo a Godot.
GOGO.- Al señor Godot, que no se te olvide, al señor Godot.
DIDÍ.- Al señor Godot.
GOGO.- Eso es.
DIDÍ, muy animado.- Y entonces yo le pediría... le pediría… le pediría… un bocadillo, eso es, un bocadillo.
GOGO.- Estás tonto, Didí, un bocadillo es muy poco.
DIDÍ.- De jamón, un bocadillo de jamón.
GOGO.- No, no, es poco.
DIDÍ.- De tortilla, eso es, de tortilla con un pimiento por encima. Una vez comí un bocadillo de tortilla con un pimiento por encima y estaba muy bueno.
GOGO.- Te digo que no.
DIDÍ.- Pues no sé… una comida, una comida entera.
GOGO.- Que no, que no.
DIDÍ.- Una comida con muchos platos, sopa, carne, mucha sopa y mucha carne.
GOGO.- Te digo que no.
DIDÍ.- Pues ropa, eso es, ropa. Una camisa y un pantalón y la camisa que sea blanca, aunque blanca no, porque enseguida se ensucia, entonces mejor una camisa de color azul, a mí me gusta mucho el color azul ¿a ti no?
GOGO.- Que no, Didí, que no.
DIDÍ.- Pues no sé ¿y si le pedimos dinero?
GOGO.- ¿Y qué harías tú con dinero?
DIDÍ.- No sé, comprar cosas, eso es, comprar cosas.
GOGO.- ¿Y qué ibas a hacer con las cosas?
DIDÍ.- Pues no sé…
GOGO.- Tener cosas es muy complicado, tendríamos que tener por lo menos una casa.
DIDÍ.- Pues le pedimos una casa.
GOGO.-No, no entiendes, verás, lo que necesitamos es una posición, eso es, una posición.
DIDÍ.- No entiendo, Gogó, de verdad, no entiendo.
GOGO.- Pues una posición, eso es. Entonces, cuando uno tiene una posición, un puesto, un cargo, bueno, algo así, pues cuando uno tiene posición…
DIDÍ.- ¿Qué? ¿Qué le pasa?
GOGO.- No sé, de verdad que no lo sé, pero cuando uno tiene posición ya no tiene hambre, eso es, ya no tiene hambre.
DIDÍ.- No sé, no sé.




Están preocupados, han dejado de acicalarse y dan vueltas con las manos en los bolsillos. De pronto se oye una bocina que hace pabú-pabú, se inmovilizan, entra el Mensajero, pasa corriendo y se detiene un momento para decir




MENSAJERO.- Llega el señor Godot (toma posición como antes, suena un tiro y sale corriendo)."
-----


Fragmento de la obra HA LLEGADO GODOT o en honor de Samuel Beckett.
Preparando el segundo tomo de "Obras en un acto", de Juan Ignacio Ferreras.





viernes, 2 de agosto de 2013




«Eu cheguei e vinos alí todos tirados. Rompemos a alambrada para subir a uns poucos que estaban nos vagóns. Estaba unha rapaciña de 16 anos, outro de 21 e un rapaz de 14. Eu collía a ese rapaz e dicíalle: cariño, que no pasa nada; cariño, que no tienes nada. ¿Qué te duele? E dicíame que lle doía o cuello e xa lle puxeron un collarínE despois quedou tranquilo e cando o atenderon díxenlle: ahora ya te van a llevar. E deille un bico así no lado e preguntoume: señora ¿cómo se llama? Contesteille que me chamaba Mercedes e díxome: no lo voy a olvidar jamás».

Mercedes Salgado, vecina de Angrois.

"Llegué y los vi allí todos tirados. Rompimos la alambrada para subir a unos pocos que estaban en los vagones. Estaba una chavalita de 16 años, otro de 21 y un chaval de 14. Yo cogía a ese chaval y le decía: cariño, que no pasa nada; cariño, que no tienes nada ¿Qué te duele? Y él me decía que le dolía el cuello y ya le pusieron un collarín. Y después quedó tranquilo y cuando lo atendieron le dije: ahora ya te van a llevar. Y le dí un beso así de lado y me preguntó: señora ¿cómo se llama? Le contesté que me llamaba Mercedes y me dijo: no lo voy a olvidar jamás".


En Angrois quedou parte de Nós para sempre. Alí irán os nosos ollos cando as curvas do destino, invisibles e insomnes, debuxen curvas de terror. Alí perderemos o mil veces perdido. Escoitaremos o bruar das areas cristal do norte, onde o mar musita baladas ao frío. Pero en Angrois aprendemos tamén que a humanidade non deixou de ser humana (aínda que estes días algúns miserables renoven o seu pacto coa miseria). Aprendemos leccións de vida fronte á morte, catapulta de todos os infernos. Gutiérrez, por exemplo, un adolescente que engrandece a palabra tantas veces vituperada: xuventude. Tirouse ás vías cargado de amor repartido, gota a gota, nos seus quince anos de vida. En Angrois deixamos lágrimas que veñen traidoras a mollar o papel do periódico onde escribo. Conmovido, aínda. Deberían gardarse, como signos de amor, os exemplares húmidos de bágoas. Vin chorar a amigos na barra dun bar, tan adultos e tan escarmentados da vida, mentres pasaban as páxinas de La Voz. As lágrimas que caeron no papel foron dereitas, seino, á terra de Angrois. Alí seguen, doéndonos. Os vellos deixaron de ser vellos e as mulleres coraxe, tantas, pintaron as súas uñas de cor misericordia. En Angrois, aínda que pareza o contrario, crecemos. Multiplicamos a esperanza no ser humano. Nobres, pese a tanto. Somos mellores. Por iso non soporto o diálogo absurdo dos dedos acusadores, discutindo, tertuliando feroces: as ideoloxías amosando a súa ruindade. Prefiro mirar a 170 quilómetros de Verín para que a ilusión, tan distante, resucite entre Nós. Miro ao adolescente Gutiérrez. Miro Angrois. Para renacer, Galicia.

Xosé Carlos Caneiro.


En Angrois quedó parte de  Nosotros para siempre. Allí irán nuestros ojos cuando las curvas  del destino, invisibles e insomnes, dibujen curvas de terror. Allí perderemos lo mil veces perdido. Escucharemos el ruido de las arenas de  las arenas cristal del norte, donde el mar musita baladas al frío. Pero en Angrois aprendimos también que la humanidad no dejó de ser humana ( aún que estos días algunos miserables renueven su pacto con la miseria).  Aprendimos lecciones de vida  frente a la muerte, catapulta de todos los infiernos. Gutiérres, por ejemplo, un adolescente que engrandece la palabra tantas veces vituperada: juventud. Se tiró a las vías cargado de amor repartido, gota a gota, en sus quince años de vida. En Angrois dejamos lágrimas que vienen traidoras a mojar el papel de periódico donde escribo. Conmovido, aún. Deberían guardarse, como signos de amor, los ejemplares húmedos de lágrimas. Vi llorar a amigos en la barra de un bar, tan adultos y tan escarmentados de la vida, mientras pasaban las paginas de La Voz. Las lágrimas que cayeron en el papel fueron derechas, lo sé, a la tierra de Angrois. Allí siguen, doliéndonos. Los viejos dejaron de ser viejos y las mujeres coraje, tantas, pintaron sus uñas de color misericordia. En Angrois, aunque parezca lo contrario, crecimos. Multiplicamos la esperanza en el ser humano. Nobles, pese a tanto. Somos mejores. Por eso no soporto el diálogo absurdo de los dedos acusadores, discutiendo, tertuliando feroces: las ideologías mostrando su ruindad. Prefiero mirar a 170 km de Verín para que la ilusión, tan distante, resucite entre Nosotros. Miro al adolescente Gutiérrez. Miro Angrois. Para renacer, Galicia.




Gracias a todos los que me escribieron preocupándose por si me había afectado el desgraciado accidente ocurrido en Santiago.
Todavía un poco doloridos, pero aquí estamos.